Si pensamos en beber agua de mar, en primer lugar hemos de elegir si la beberemos hipertónica (sin rebajar) o isotónica (rebajada en la proporción de 3 partes de agua dulce por 1 de agua de mar). Tanto en una forma como en otra, se puede mejorar el gusto añadiéndole por ejemplo zumo de limón. Y sea cual sea el formato, hay que decidir si se toma mucha de golpe o se va tomando a pequeños tragos.
Para decidir eso conviene saber básicamente si se prefiere usar el agua de mar como purgante (laxante por tanto) o como nutriente. En el primer caso, la mayor parte de las sales ingeridas, se pierden. En el segundo caso, se retienen totalmente. Para la primera opción va mejor el agua sin rebajar y tomada lo más seguida posible. A estos efectos se suele preferir tomarla en ayunas. Si se pretende beberla como nutriente, puede hacerse o convirtiéndola en isotónica o directamente hipertónica. Tanto en un caso como en otro, hay que procurar beberla a pequeños sorbos si es hipertónica y a pequeños vasos si es isotónica espaciados entre sí para evitar que la acumulación de sal en el intestino tenga efecto laxante.
En cuanto a la cantidad, si tenemos en cuenta por una parte la sal que ingerimos, y por otra la excelente calidad de esta sal (muy compensada por la gran variedad de elementos que la componen), un cuarto de litro de AM será una buena cantidad de referencia, puesto que no representa una carga excesiva para nuestro organismo sus 9 gramos de sal. Excepto que se tengan problemas renales o de hipertensión, en cuyo caso habría que empezar por cantidades menores y estar muy atento a las reacciones del organismo.
En cualquier caso, lo ideal es que el agua de mar desplace a cualquier sal que se consuma en la cocina, con lo que se mantiene el equilibrio mineral.